Una persona deja de ser materia
cuando al decir su nombre
las palabras no bastan para expresar su grandeza,
cuando su sonrisa es la luz nueva
del ser humano que aún está por venir,
cuando su mirada proyecta
la esperanza de todo un pueblo
que avanza, que vive y que lucha
contra la desigualdad, el terror y la injusticia.
Un ser humano nunca deja de ser materia,
a menos que construya un mundo nuevo
con sus manos y con sus pasos,
y que con sus actos demuestre que
la alegría de estar vivo no es sólo
contemplar al mundo, sino transformarlo.
Cada sonrisa, acompañada de sus
palabras y sus llantos,
no podrá ser igualada jamás
por los actos de la infamia o la barbarie,
pero la barbarie sólo podrá ser
combatida y eliminada
por la fuerza de las sonrisas, las palabras,
los llantos y el amor de todo un pueblo
que se junta para transformar
radicalmente el orden de las cosas.
Hoy este pueblo se llama Alfonso,
quien ya no es materia, ni es idea,
es la práctica transformadora,
radical y amorosa,
de todas las generaciones juntas
que caminan por el suelo de Guatemala,
Latinoamérica y la Tierra,
Hoy este pueblo se llama Alfonso,
que es praxis y es amor a la humanidad.
Con profundo aprecio y respeto.
Mario Paz
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