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Solidaridad con las guatemaltecas y guatemaltecos del campo

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miércoles, 18 de agosto de 2010

PROPUESTA PARA PROPICIAR UN DIALOGO UNIVERSITARIO

La paralización actual de las actividades regulares de la Universidad de San Carlos es una manifestación de la profundidad de los conflictos que vive la Institución. La gravedad y la complejidad de los problemas deben ser reconocidas y enfrentadas para evitar que caigamos de nuevo en arreglos superficiales y formales como ha sido la modalidad de gestión desde hace ya varias décadas. Esta crisis, como las anteriores, tiene una historia larga y un contexto. Es manifestación de un prolongado proceso de intereses en conflicto en el que algunos han apelado a la violencia u otras formas de proceder antidemocráticas y deshumanizantes. Aun cuando hay que reconocer que existen núcleos de trabajo universitario que son ejemplares, con frecuencia vemos manifestaciones de mediocridad, incoherencia y desarticulación de los ideales universitarios y de las aspiraciones que tenemos por una educación, una investigación y una extensión comunicativa que tengan sentido para nuestro país. No podemos estar satisfechos con la vida universitaria tal como está.

Las explicaciones de la situación actual pueden encontrarse en varios orígenes, pero hay que recordar que en nuestra historia reciente hemos vivido golpes violentos por los que muchísimos universitarios, hombres y mujeres, profesores y estudiantes, fueron asesinados o tuvieron que salir exiliados para salvar sus vidas. Hoy padecemos las consecuencias de esa violencia. Pero además de esa agresión enorme e insólita que tuvo un impacto decisivo en la Universidad de San Carlos, hemos sido testigos de otras formas de agresión. Una de éstas es la penetración de las avanzadas subrepticias, como lo son las extensiones a manera de pseudópodos insidiosos de grandes intereses ocultos. Al igual que a otras instituciones y universidades, la Universidad de San Carlos de Guatemala también ha sido un objetivo para la ocupación por dichas fuerzas. Varios de los responsables de las agresiones que hemos padecido o de las manipulaciones que tienen direccionalidades particulares no universitarias, son ahora los voceros de las críticas más estridentes.

Otras explicaciones del actual estado de cosas podrían encontrarse en la asimilación en nuestro país de una cultura individualizante, egoísta y cínica que ha hecho de la vida universitaria un remedo de la lógica del mercado en sus expresiones más deshumanizantes. El olvido, que bien sirve a algunos, de la moral y la ética universitarias ha dejado a la capacidad para evadir la ley sin que el hechor sea sancionado como único límite de lo que es aceptable. La corrupción en sus múltiples expresiones –clientelismo, mediocridad, falta de cumplimiento de las responsabilidades institucionales, la improvisación, la superficialidad y la formalidad, entre otras– y la impunidad también tienen una presencia real en nuestra Institución. Urge eliminarlas.

El concepto mismo de autonomía debe ser pensado muy cuidadosamente. Es obvio que la autonomía no debe ser entendida como otra forma más de libertad irrestricta, como algunos neciamente insisten en proclamarlo, pues sólo tiene sentido si como Universidad cumplimos satisfactoriamente con nuestras responsabilidades institucionales y estamos dispuestos totalmente a dar cuenta de nuestras decisiones y acciones. Es cierto que una Universidad digna y responsable debe tener independencia con respecto a los intereses coyunturales de las ideologías y las disposiciones de las autoridades centrales. Pero también debe conducir todas sus acciones en conjunción con los intereses sociales legítimos.

La autonomía es uno de los elementos fundamentales para la preservación de la libertad académica dentro de la USAC y es un bien irrenunciable. Debe entenderse como el gobierno de los universitarios para los universitarios y definirse no sólo en sentido normativo sino también político. En tal sentido, cualquier acción legislativa o judicial que la afecte debe ser sometida a la consideración de todos los sectores y avalarse sólo cuando existan amplios consensos o unanimidad.

Los problemas son profundos. Las implicaciones van más allá de la próxima generación. Las necesidades del país son grandes y apremiantes. Por eso mismo, la atención a los más importantes asuntos universitarios no debe ser dejada a lo que resulte de la improvisación, los intereses particulares y el dogmatismo. Problemas, implicaciones, intereses, necesidades, deben ser conocidos por todos los involucrados y sometidos a la deliberación en la búsqueda de las posibles opciones. No es posible promover soluciones satisfactorias a tan grandes problemas y necesidades, ni promover las aspiraciones de cultivar la coherencia con respecto al contexto social guatemalteco sin un proceso reflexivo y dialogado de los múltiples procesos que constituyen la vida universitaria.

A la par de un responsable proceso deliberativo es imprescindible tener en cuenta que, en cumplimiento del mandato constitucional, se trata de alimentar el desarrollo de una racionalidad con sensibilidad y estética, en un marco ético, con procedimientos de manejo del conflicto por vías políticas legítimas que toman en cuenta lo que somos como universidad. Una iniciativa con tales características supone un lenguaje distinto al que acostumbramos a escuchar.

Propuesta. Necesitamos hacer grandes cambios en la Institución pero no podemos esperar que todo se resuelva en las próximas semanas. En cambio, lo que sí es factible es empezar a buscar las comprensiones y soluciones en lo que debiera ser un terreno que tenemos en común todos los miembros de la comunidad universitaria: la necesidad de cambiar para mejorar la Universidad, para tomar lo mejor del pensamiento del mundo, desarrollar creativamente ideas propias nuestras y responder a las necesidades de nuestro contexto social.

Es urgente convocar a un diálogo real –no sólo formal como tan frecuentemente ha sido el caso– entre las partes que tienen el protagonismo en el presente conflicto y otras que estuvieren interesadas.

Con un espíritu como el que brevemente exponemos, es necesario acordar una agenda de trabajo que incluya (entre otros puntos que debieran ser acordados):

1. La discusión sobre las soluciones factibles a los problemas de legitimidad y representatividad, incluyendo cómo debe ser la elección de las autoridades y los representantes. Las normas vigentes en ambos planos ya no tienen vigencia.

2. Los lineamientos del aprendizaje y la enseñanza universitarios que deben ser corregidos y mejor ajustados a la dignidad, la capacidad y las aspiraciones de las personas, al mismo tiempo que a las necesidades y aspiraciones legítimas de las sociedades de Guatemala.

3. La promoción de un programa responsable de investigación, más abierto a las formas variadas de la ciencia, la filosofía y el arte, mejor nutrido desde y comunicada hacia los múltiples públicos del país y el mundo. Necesitamos una investigación que alimente iniciativas que corrijan las grandes desigualdades y oriente a los sujetos sociales que convergen en los más grandes intereses nacionales.

4. Una conceptualización de la extensión universitaria que comprenda su ubicación en la sociedad guatemalteca sobre las bases de la comunicación con la sociedad y sus instituciones. La Radio Universitaria, el EPSUM y el EPS, los foros públicos, la producción cultural y editorial, los periódicos universitarios, la oficina de Información y Publicidad, entre otros, deben ser reorientados. Otros programas deber ser dinamizados.

5. La conducción de una administración transparente en todos los niveles administrativos, con definición y la creación de los mecanismos necesarios para evitar que se conviertan en una formalidad de la burocracia. Debemos promover una gestión eficaz de los fondos públicos provenientes de la asignación constitucional. Igualmente, debemos identificar los procesos universitarios que utilizando fondos públicos impiden el cumplimiento de las responsabilidades universitarias.

6. La infiltración de los intereses políticos particulares que contrarían la misión de la Universidad, en sus muchas modalidades, debe ser eliminada. Es incompatible con los fines y el ser de la Universidad.

7. La calidad académica con pertinencia social debe ser cultivada como una categoría orientadora en profesores y estudiantes. Las prácticas que deterioran los niveles académicos de profesores o estudiantes y que erróneamente se han promovido o simplemente aceptado, deben ser cambiadas. En la Universidad de San Carlos de Guatemala no debe haber lugar para una calidad académica sin pertinencia social o una pertinencia social sin calidad académica. Sólo las dos juntas tienen sentido.
Lo anterior supone únicamente el inicio de un proceso responsable, tomando que cuenta que es insuficiente buscar respuestas sólo a los problemas coyunturales. Estos deben ser solucionados pero no debieran consumir toda nuestra atención y nuestro trabajo. Un punto a tener en cuenta es la necesidad de poner atención a la construcción de la confianza y la corresponsabilidad. Sería una gran equivocación que nos dediquemos a atender sólo los asuntos inmediatos, pues pronto estaremos de nuevo viviendo los reclamos por la falta de atención a los problemas de fondo.

Firmas:
Manuel González Ávila, Mara Luz Polanco, César Antonio Estrada, José García Noval, Mario Rodríguez, Julia Reyes Gómez, Marcelo Colussi, Sergio García Piloña, Cándida Luz Franco Lemus, Ingrid Arreola, Patricia Hernández, Marina de Villagrán, Edith Rios de Maldonado, Miriam Maldonado, Mario Alfonso Bravo, Eugenia Castellanos de Ponciano, Lucrecia Vicente, Natael López, Isabel Oliva, Angel Sánchez Viesca, Gabriela Marroquín, Raúl Zepeda, Jairo Alarcón Rodas, Malco Arana, Gustavo Palma, Ricardo Berganza

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